viernes, 16 de octubre de 2015

Esa costumbre tan madrileña de no llamar a las cosas por su nombre

Hace unos días comentábamos en una Ruta esa costumbre tan madrileña de no llamar a las cosas por su nombre y a la vez responder a todo con el dicho "Al pan, pan y al vino, vino"... Pues no, que sepan los madrileños y por ende todo el mundo, que esta costumbre es tan "natural" que ningún madrileño se da cuenta y es algo tan interiorizado que, aún razonado, se sorprenden.
Los motivos son variados, en su mayor parte es por la dificultad de pronunciación del nombre o por su excesiva longitud. Este motivo se da mucho en los nombres de iglesias, verdadero rompecabezas en Madrid y en otras el motivo es la negativa a tragar "comulgar con ruedas de molino"... y sino que pregunten a "santo de qué" el empeño en renombrar a la M30 como Calle30. Esperemos que los nuevos cambios, en estos casos, dejen algunas cosas como estaban. Esto enlaza con otro de los motivos para el "poso histórico" y aquí ya topamos con los siglos como con la historia.

Ejemplos... "pa' regalar"... también dicho con esa chulería de Zarzuela. Muchos de estos lugares son paradas de nuestras Rutas donde hacemos una descripción algo más extensa del lugar. para este post dejamos sólo la anécdota.

Empezamos por el ejemplo del "poso histórico" ¿alguien sabía que no hay nada en Madrid que se llama "Parque del Retiro"? ¡oh sorpresa! Pues no, no existe, se llama Parque de Madrid desde hace más de cien años que se abrió al público y dejó de ser "coto real".

Por supuesto que se llamó Real Sitio del Buen Retiro desde que Felipe IV se edificó sus Palacios Reales a partir del cuarto de "retiro" que los primeros Habsburgo tenían en el Monasterio de los Jerónimos, pero con las revoluciones del XIX y pasar al municipio, pasó con el nombre de Parque de Madrid. Este es el nombre que leemos en varias de sus puertas... Todos lo conocemos como el Retiro.
En relación a esto hubo, en la esquina que ahora ocupa el Ayuntamiento de Cibeles, un Parque del Retiro, cercado y de uso popular, que se mantuvo como zona ajardinada a pesar de la urbanización de todos los terrenos entre el Paseo del Prado y la hoy calle de Alfonso XII, que fueron vendidos por la Reina Isabel II a mediados del siglo XIX, para ser urbanizados, lo que hoy conocemos como la barriada de Jerónimos o de Alfonso XII.


Una de las entradas al Parque, la del puerta del "paseo de las estatuas" que realmente se llama Puerta de Madrid y cuyo paseo tampoco se llama "de las estatuas" , sino Paseo de la Argentina, con lo que "matamos cuatro pájaros de un tiro".
foto de Antonio Lajas Rodríguez (de su blog "flaneando por Madrid") mientras no tenga una propia


Ya que estamos en la Plaza de Cibeles, miramos hacia el magnífico edificio construido por Antonio Palacios (y Otamendi como ingeniero) a principios del siglo XX con destino a correos, telégrafos y teléfonos, tecnología punta en la época y no es ironía, que fue un verdadero avance en su época y que por su aspecto catedralicio y su vestíbulo con recuerdo a una planta de cruz latina, fue denominado por algunos como Nuestra Señora de las Comunicaciones, aunque tampoco cuajó del todo porque casi todo el mundo se refería al edificio como Palacio de las Telecomunicaciones (mejor).
Hoy, ya Ayuntamiento una vez que no era necesario como edificio de teléfonos y menos para telégrafos (Correos mantiene una esquina en uso como tal), es también (y felizmente) sala de reunión ciudadana y de exposiciones y hay un cierto empeño en darlo a conocer como "Centro Centro", nombre difícil de digerir, poco atractivo y complicado de meter en una conversación normal... a no ser que digamos "nos vemos en el Centro-Centro y después nos vamos a dar vueltas con el coche a la Calle30"... raro, raro...



El Palacio de Cibeles o Palacio de Comunicaciones o Ayuntamiento de Madrid


Si alguien te habla de la Plaza de los delfines, enseguida has de saber que se trata de la Plaza de la República Argentina; el nombre viene de una fuente que adorna este cruce entre las calles, principalmente, de Joaquín Costa y Serrano.

Este eje, Doctor Esquerdo, Francisco Silvela, Joaquín Costa, Raimundo Fernández Villaverde, fue uno de los "cinturones" de Madrid, algo así como la M20 (al igual que antes lo fueron los "bulevares" es decir, el eje Génova, Carranza, Sagasta, Alberto Aguilera), con gran foso incluido, antes de que de nuevo Madrid desbordara sus límites y hubiera que trazar nuevos cinturones, el tercero... la M30.

Otra plaza, la Plaza Elíptica, cuyo nombre es plaza de Fernández Ladreda... eso sí, elíptica sí que lo es.


La plaza de Atocha, es un clásico, pero la plaza de Atocha no existe. No existe porque lo que existe es una calle de Atocha que acaba en la plaza del Emperador Carlos V. Si se llama plaza de Atocha quizá sea por vaguería o porque en algún momento de la historia allí estuvo la Puerta de Atocha hasta hace algo más de cien años que se derribó.

La Plaza de la Luna, "detrás de la Gran Vía", esa plaza que es casi el centro del Tribal, es en realidad la plaza de "Santa María Soledad Torres Acosta" en honor de una religiosa madrileña que vivió en el siglo XIX y fundó una congregación que cuidaba de pobres, beatificada y canonizada ya en el siglo XX. Se conoce por plaza de la Luna quizá por la cercanía de la calle de la Luna, que ciñe su lado este y la une con la calle de San Bernardo, aunque lo más seguro es que el nombre le venga dado de nuevo por vaguería; el nombre original es muy largo y difícil de recordar. Alguno dirá que también se la conoce así por una "horrorosa" placa en el suelo con motivos lunares-astrológicos de los mundos de Mordor que merecerían alguna aclaración, no sólo sobre qué va el asunto ininteligible por poco científico sino por no entender el motivo de su localización. Pero esta placa es mucho más reciente que la costumbre de llamar a esta la plaza de la Luna.
Es una de esas plazas inhóspitas, como la del Callao, difíciles de pasear y más de sonreír en ellas porque son duras, áridas, ásperas, en la que al menos en verano funciona una fuente de suelo en la que niños y perros se divierten y refrescan el medio día de agosto.


La plaza de Soledad Torres Acosta y su fuente, agosto de 2015


Otro clásico es la "plaza de Puerta de Alcalá", que en realidad se llama plaza de la Independencia. Tengo la sensación de que cuando hablo a alguien de la plaza de la Independencia me va a pegar porque debo parecer cursi... más o menos como cuando yo oigo a alguien hablar de la Calle30, pero en este caso lo que me parece no es cursi sino amanerado gallardonero y ganas de calentar al personal. 


La Puerta de Alcalá de Sabatini en la Plaza de la Independencia

debajo:
La Puerta de Alcalá de Sabatini en una vista de Madrid por Alfred Guesdon en 1854



Más plazas, la plaza de Ópera, es en realidad la Plaza de Isabel II, en honor a esta reina, que no se puede considerar feminista ni mucho menos pero desde luego hizo con su cuerpo lo que le vino en gana y al menos por eso merece la estatua que tiene en medio de esta plaza de "Ópera". Por supuesto que el nombre le viene pegado de el Teatro Real, que aunque se llame así es palacio de ópera y que se construyó (reformado varias veces en el siglo XIX y sobre todo a finales del XX, pero en este caso no podemos echar mano del "poso histórico" porque antes de todo esto la plaza (o quizá habría que decir el gran socavón que había en el lugar) se llamó "Caños del Peral" por la fuente (y se supone que también por un peral) y lavaderos que había y cuya instalación en parte podemos ver subterraneamente o insinuada en superficie hoy en día.



Estatua de Isabel II en la plaza del mismo nombre. Al fondo el Teatro Real



Estatua de Isabel II en la plaza del mismo nombre


Plazas o glorietas, poco importa, la glorieta de San Bernardo, que es en realidad de Ruiz Jiménez y debe su seudónimo a que la calle histórica y principal que la atraviesa es la calle de San Bernardo y/o a que la estación de metro en la plaza se llame san Bernardo.
Esto de las bocas de metro también facilitó que a la plaza de Manuel Becerra, que también es un poco elíptica, siempre se la llamara así a pesar del corto periodo en el que se rebautizó como plaza de Roma. Nadie se acuerda de esta curiosidad, pero aún hay allí un antiguo y famoso negocio relacionado con la óptica llamado así, Roma.

Iremos sumando más casos según se nos vayan recordando porque muchos más hay pero como ejemplo del tema conventos e iglesias este es bueno. Hubo una convento donde hoy está el horroroso mercado de los Mostenses, era el Convento de Premonstratenses de San Norberto, pero debe ser que nadie era capaz de pronunciar "premonstratense" y pasó a ser conocido por algunos simplemente como San Norberto, lo cual no hubiera estado mal sino es porque la mayoría empezó a llamarlo "el de los Mostenses", sin duda palabro inventado pero más fácil de meter en la conversación. Algo parecido a cuando alguien nos legó un bien en "sufruto"
El edificio original, una de las muchas joyas que perdió Madrid, fue reedificado a mediados del XVIII por el gran Ventura Rodríguez (que se llamaba Buenaventura, no sé si era sólo Ventura para los amigos) José I Bonaparte (erróneamente llamado "pepe plazuelas" o "pepe botella", porque ni bebía ni tiró ni más ni menos iglesias ni conventos que no estuvieran ya señalados para derribo en años anteriores o fuera necesaria aliviar la congestión y falta de espacio). Discípulos de Ventura, Silvestre Pérez (arquitecto real) y Juan Antonio Cuervo, se negaron a derribarlo y aquello dio lugar a un sainete tan extraño como peligroso por accidente.
Finalmente, no sólo se derribó el convento y después su iglesia sino que el mercado de hierro y cristal que se construyó a finales del siglo XIX también fue demolido en el contexto de demoliciones relacionadas con el trazado de la Gran Vía.



Convento Premonstratenses de San Norberto

debajo: Mercado de los "Mostenses" 
horroroso edificio impersonal hoy, bella arquitectura de hierro y cristal de ayer 




La iglesia de las Calatravas tiene un nombre más largo, esto es solo aprovechar que la congregación es de comendadoras, es decir, de personal femenino de una Orden Religiosa Militar "masculina", de la orede de Calatrava. En realidad se llama Convento de la Concepción Real y de la parte de convento le queda poco ya que como muchos otros de Madrid (y llegó a haber ciento y pico entre conventos, monasterios y hospitales) lo perdió entre revueltas, revoluciones, guerras o desamortizaciones.



Continuará...

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