domingo, 13 de mayo de 2018

Casón del Buen Retiro en #Madrid


Hemos visitado, para detenernos especialmente en la decoración de su bóveda, la sala de lectura del Museo Nacional del Prado en #Madrid, que se encuentra en el edificio conocido como "El Casón" y es uno de los dos edificios que quedan en pie del conjunto palaciego que el Conde Duque de Olivares impulsara para el rey Felipe IV y que se terminó de construir en la década de 1630-1640, conocido como Palacio del Buen Retiro y cuyo germen se encontraba en el "Cuarto Real" que ya ampliara Felipe II en el Monasterio de Los Jerónimos del Prado.

Aunque su arquitecto principal fue Alonso Carbonell, arquitecto que había demostrado buena técnica y profesión en otros edificios en Madrid, este conjunto fue construido con mucha rapidez y escaso talento en lo que se refiere a la perdurabilidad, lo que hizo que debido al abandono en tiempos de Carlos IV (el Palacio fue utilizado en tiempos de Felipe V -mientras se construía el nuevo Palacio Real después de que tras el incendio del Alcázar en 1734-, Fernando VI y hasta por Carlos III, en cuyo reinado se acabaron las obras del Palacio Nuevo) y poco después definitivamente en ruinas cuando las tropas francesas utilizaron toda la zona como acuartelamiento durante la invasión francesa y posterior Guerra de la Independencia y enfrentamientos con las tropas británicas de Wellington. La mayoría de los edificios se fueron derribando quedando hasta hoy el Salón de Reinos (que próximamente será rehabilitado e incorporado expositivamente al Museo del Prado) y que muchos madrileños hemos conocido como Museo del Ejército hasta su traslado a Toledo y este edificio del Casón, que fue recuperado durante el siglo XIX (principalmente para proteger las pinturas de su bóveda principal, decoradas por el napolitano Luca Giordano a finales de siglo XVIII (1697) por orden del último Austria Carlos II), para lo cual se edificó un "edificio envoltorio" que con el tiempo ha tenido varios usos, desde una incipiente Cámara del Senado, gimnasio para el rey Alfonso XII, salas para exponer las colecciones del siglo XIX del Museo del Prado y aún muchos madrileños recuerdan que durante unos diez años, entre 1982 y 1992, fue lugar de exposición del Guernica de Picasso a su llegada a España hasta su exhibición definitiva en el Museo Reina Sofía. Hoy definitivamente alberga la Biblioteca y Centro de Estudios del Museo del Prado.


Vídeo sobre el actual uso del edificio Área de Biblioteca, Documentación y Archivo del Museo Nacional del Prado

En 2009, después de la reformas, abrió esta sala de lectura, integrada en el Área de Biblioteca, Documentación y Archivo del Museo y desde esta sala de lectura se puede contemplar la bóveda que mandó decorar Carlos II a Luca Giordano (el "Lucas Jordán" españolizado) en lo que entonces era el "nuevo salón de reinos" (y que antes fue "Salón de Baile") y que, para diferenciarlo del original, se llamó Salón de Embajadores.
Pueden consultarse más de 70.000 documentos relacionados con el arte europeo de los últimos 500 años.





Alegoría del Toisón de Oro
Luca Giordano


El programa iconográfico creado por Luca Giordano en la bóveda es temática y artísticamente propio del barroco, ensalzando la Monarquía Española, en toda la zona central, como heredera y transmisora de un vínculo con el pasado glorioso y el Mito, emparentada con Hércules y protectora de un futuro de paz y abundancia, todo ello en un momento histórico muy delicado, con un país asediado por las deudas y en plena decadencia y con un reinado muy precario debido a la falta de heredero que ya se daba por definitiva.
Las edades de la humanidad también está reflejadas en las zonas cercanas a las cuatro esquinas, desde la idílica Edad de Oro a la desolación y el conflicto en la actual Edad del Hierro y, junto a los huecos de ventanas, grupos de filósofos casi en grisalla.
Las pinturas de las zonas inferiores estaban perdidas ya en el siglo XIX y en la actualidad hay un recuerdo de ellas mediante unos diseños que rememoran a lo que fueron en su día unos trampantojos de tapices.
Nuestra historia de la pintura tiene algunos nombres a los que el adjetivo prolífico les viene que ni pintado (risas), el caso de Goya es un buen ejemplo, Picasso le supera por motivos conocidos, lo de Rubens es asombroso pero es sabido que el trabajo de Luca Giordano es también sorprendente; al parecer su padre le apremiaba a que terminara el trabajo más rápido diciéndole "Luca, fa presto" y esta anécdota acabó por ser su apodo o quizá su estigma. 





Andrés Úbeda, Jefe de Conservación de Pintura Italiana y Francesa hasta 1700, comisario de la exposición, comenta "Luca Giordano en el Casón del Buen Retiro" (2008)



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